Hoy he despertado a mitad de la madrugada. Durante la tarde me había estado fastidiando una muela del fondo de la boca. Unas de esas a las que llaman premolares y que son como pequeños dados deformes. Llevaba ya varias semanas con el dolor sin ir al dentista porque era una molestia tolerable. Ya sabes que acá los dentistas son muy caros y no es que lo del restaurante me deje mucho dinero. Pero hoy, no sé bien si eran las tres o las cuatro de la madrugada, el hincón de pronto se ha vuelto tan intenso, que ha conseguido sacarme del sueño y dejarme sentada al centro de mi cama babeando, con la boca abierta y los ojos llorosos. Lo primero que he oído al despertar, ha sido una pareja teniendo sexo salvajemente en algún edificio vecino.
El ruido era lejano, no como si viniese de mi propio edificio, pero la tipa chillaba tan a gusto que le podía oír claramente. Al tipo no se le oía, pero no cabía duda de que estaba allí, probablemente sintiéndose muy orgulloso de su trabajo. Giré la cabeza lentamente hacia la calle pero no conseguí dar con ninguna ventana iluminada o sospechosa. Una corriente de aire helado que se coló entre mis dientes me hizo apartar la vista y cerrar los puños. Caí recostada sobre mi almohada. La abracé y la mordí suavemente.
Era terrible que fuera lunes porque las noches de los lunes en esta ciudad son tan silentes que los gemidos de la mujer eran como uno de esos buques que avanzan partiendo en dos el polo norte como si se tratase de un pedazo de mayólica. Estiré uno de mis brazos hacia mi mochila y saqué un blister de pastillas para el dolor. Fui hasta la cocina y me tomé las pastillas con un sorbo de agua tibia. Desde allí casi no se les oía, pero se les oía. Al regresar, pasé por el baño y entonces recordé que en un cuento que leí hace un tiempo, a un tipo le duele tanto la muela que llega al consultorio con un lado de la cara sin afeitar. Tenía esa imagen grabada porque era algo que siempre me hacía pensar en por qué a los hombres les crecería la barba. Pensaba: ¿para qué rayos la necesitan? Es tan raro verlos parados frente al espejo quitándose algo que les va a volver a crecer a la mañana siguiente y sin que ellos puedan decirte por qué o para qué.
Al volver a mi cuarto me he metido entre las sábanas y he tratado de adivinar si la pastilla haría efecto antes de que la mujer llegase al orgasmo. Después de algunos minutos la pareja se ha detenido por algún momento, pero ha sido sólo un cambio de posición pues lo han retomado al instante. Esta vez los gemidos de la mujer han sido más agudos y mucho menos espaciados de modo que imaginé que el tipo estaba en una posición que le permitía metérsela mucho más veces y más rápido. Probablemente estaba de pie y la tenía a ella con la cabeza gacha viendo sus propios senos balancearse a cada impacto. Eso es lo que imaginé.
Mientras la pastilla ha ido haciendo efecto, ellos han seguido cambiando de posiciones. Los gemidos han variado de velocidad y de tono pero todo eso sin que la mujer pudiese conseguir su maldito orgasmo del lunes. Al rato me he tratado de pensar en alguna otra cosa.
He metido mi dedo índice a mi boca y he tocado la muela careada. Recordé que alguna gente hace collares con esas muelas. Jefes de tribus caníbales, guerreros y otros locos. Sólo después de un rato me he dado cuenta que esto sólo sucede en estas estúpidas películas de guerra que termino viendo cuando me cortan el cable y no me queda más que los canales locales.
Entre el dolor y el sueño mis ideas se han vuelto cada vez más confusas. Con el dedo lleno de saliva metido entre mis dientes he pensado en esta ciudad y en toda esta gente que no conozco. He tratado de recordar si camino a casa he visto algún consultorio dental al que pueda ir mañana y además he tratado de recordar cómo mierda se dice muela, premolar o nervio en inglés pero no he podido recordarlo. Es estúpido porque son palabras fáciles pero a esa hora de la noche no tenía ni idea. Tampoco he podido recordar tu cara ni en si tenías barba o no o si alguna vez te he visto afeitándotela. Probablemente era el sueño o probablemente la pastilla pero ya nada venía a mi cabeza. Los gemidos de la mujer y el dolor eran lo único que existía en ese momento. Antes de quedarme dormida, aún he podido oírla llegar al orgasmo con un suspiro intenso, aunque claro, a lo mejor, esto ya sólo lo he estado soñando.