En Lima, durante los meses de invierno, hay tanta humedad, que a las verduras que uno deja en la cocina les terminan por salir tallos y hojas. En mi casa eso sucede principalmente con las papas y las cebollas que son las que dejamos fuera de la refrigeradora. No sé si la papa sea una verdura o un tubérculo y tampoco sé en qué se diferencian ambas cosas. Creo que tiene algo que ver con que los tubérculos crecen en la tierra y las verduras no. De todas formas no creo que sea tan importante hablarte de tubérculos. O de verduras. Ni siquiera creo que sea importante hablar del invierno en Lima y la humedad. Es decir, a excepción del elevado número de gripes que uno coge, todo lo que te pase en invierno te podría pasar también en verano, y pensar que me haces falta o que escucho a Dylan sólo porque hace frío, es un consuelo estúpido.
Mi hermana ya consiguió trabajo. Ahora es locutora en una radio local. Mi hermana consiguió trabajo y ahora las sopas ramen están de moda en casa. Nadie tiene tiempo para cocinar. Las sopas ramen son baratas y se preparan en tres minutos. Hay de tres sabores: pollo, carne y camarón. La única que me falta probar es la de camarón. Yo sé que no debería comer solo sopas de sobre pero no me da tiempo para otra cosa. Prefiero cenar rápido y así echarme a leer un libro que he comprado sobre la extinción de los dinosaurios.
Son difíciles estos días. Sobre todo porque estoy intentando convencerme de que este vacío tiene que ver con el frío, con la música de los sesentas, con que mi hermana ya no esté en casa o con las jodidas sopas ramen. Pero en el fondo sé que no es nada de eso. Es simplemente que no estás aquí y de pronto tengo la certeza de que hasta las cosas más grandes, tan grandes como los dinosaurios de mi libro, terminan por extinguirse.
Supongo que podría dejarme caer como uno de ellos. Abandonar todo el peso de mi corazón sobre la ciudad y dejar que la gente invente teorías y escriba libros sobre mi desaparición. Aunque supongo también, que podría dejar de ser tan complaciente y patético conmigo mismo y simplemente esperar. Ya sabes, como una de esas verduras (o tubérculos) abandonadas en algún lugar de mi cocina. Esperar en silencio, como si estuviera muerto. Pasar inadvertidamente por este invierno, tal y cual hicieron las papas y las cebollas de mi cocina, hasta el día de hoy, cuando abrí la puerta y vi todas esas hojas y tallos desprendiéndose de sus cuerpos, abriéndoles zanjas y estirándose hacia mi ventana como pequeños brazos.
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