miércoles, 2 de mayo de 2007

Tercera carta de Lucía



Pam ha venido a casa esta mañana.


Trajo un frasco de vidrio lleno de moras y estuvimos comiéndonoslas echadas sobre el colchón. Oíamos uno de esos discos con canciones de los ochentas que yo armaba minuciosamente como cocteles, copiando temas de aquí y de allá entre tus álbumes favoritos. Debo haber grabado decenas de esos discos. Ahora ya sólo me quedan un par. Pam se estuvo burlando de mis habilidades como DJ. Ya sabes que mis grabaciones eran de lo peor porque para mi los ochentas son como un todo indivisible sin tendencias, estilos o bandas. Recuerdo como tú tratabas de explicarme (en aquella época cuando aún me tenías la paciencia cómplice de un hermano mayor o de un niño viendo como su perrito le ladra a su propia imagen en el espejo) que no era lo mismo oír por ejemplo a The Cure y a los Beach Boys y que no era justo para ellos que yo combinara sus canciones unas al lado de otras como si se tratara de faldas y zapatos. Pero al final yo no entendía nada de esto e igual metía cosas de Pink Floyd junto a otras de Stevie Wonder mientras tú te revolcabas de rabia entre las sábanas decidiendo talvez, si yo te gustaba lo suficiente como para perdonarme una salvajada tan grande como eran esos cds que justo hoy estábamos oyendo con Pam, y que fueron sin lugar a dudas la mayor violación alguna vez cometida por una mujer contra las bandas de los ochentas.

El hecho es que estábamos allí en mi cuarto. Ya sabes que con Pam uno no necesita estar hablando todo el tiempo de modo que estuvimos simplemente echadas escupiendo los tallitos de las moras sobre la alfombra. Al rato Pam dijo -¿Te das cuenta que las mejores canciones de amor han sido escritas para verdaderas hijas de puta? - Yo nunca me había puesto a pensar en eso sabes? pero Pam insitió y estábamos oyendo una canción, me parece que de The Police y ella dijo - escucha, tú crees que alguna chica que de verdad le quisiera a Sting le tendría componiendo canciones como esta?

Luego ha sonado Layla y ya para entonces he decidido que Pam tiene razón y que Layla, Angie, Michelle y todas aquellas chicas que se volvieron canciones deben haber sido verdaderas perras que no se podían quedar quietas mirando una película o comiendo sopa de sobre.

No es algo que tenga que ver con la letra de las canciones, simplemente estamos ahí echadas oyendo la guitarra de Clapton gritando como si se tratara un animal brutalmente golpeado y lo hemos decidido.

A eso de las seis de la tarde nos hemos despertado. Todo estaba en silencio. Pam tenía unas marcas de almohada en la mejilla. Me dijo - Tengo que irme, hoy es la graduación de mi hermano pequeño. La acompañé hasta la puerta y le acomodé el cabello.

Estaba ya dentro del auto y había puesto en marcha el motor para calentarlo. Tenía sólo las piernas dentro del asiento del conductor y todo el resto de su cuerpo asomaba por la ventana. Me quedó mirando y entonces como si no hubiésemos estado durmiendo toda la tarde y estuviésemos continuando la conversación de hacía horas preguntó:

- Alguna vez él te escribió una canción? -

Al entrar a casa me he tirado sobre la cama y ya no he querido seguir escuchando música. Todo ha estado en silencio un rato hasta que he percibido el camión de la basura aproximarse desde la esquina. Se han estacionado frente a mi casa y he sentido cuando dos hombres han saltado sobre mi vereda y han cargado con mis bolsas de basura.

He tratado de nublar mi mente y no acordarme de la canción. Pensar en los días en la piscina y en el viaje que hicimos a la selva en el carro de tus papás. Las cremas de espárragos en sobre, la tienda de blockbuster cerca a tu casa, los eucaliptos, el pedazo de zócalo roto en la entrada del baño. Blacky. Los pájaros de tu calle. Tu camiseta de E.T. El jugo de maracuyá de tu mamá. nuestras zapatillas al borde de tu cama, mis libros de Carver confundidos con tus libros de Cortázar. la caja de postales de Julia. el pictionary. los libros del como cuando donde y porqué. la primera vez que lo hicimos, y finalmente ha sido inevitable y he terminado recordando tu guitarra y la puta canción que lleva mi nombre y me he puesto a gritar que no soy una hija de puta mientras siento como se me humedecen los ojos y escucho las cajas de cereales, las botellas de cocacola y los focos viejos retorcerse y reventarse bajo los dientes metálicos del triturador del carro de la basura que se va alejando de mi calle.