domingo, 31 de diciembre de 2006

Pasemos a otro tema

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Cuando sonó el teléfono recuerdo haber estado echado en mi cama leyendo una novela que acababa de comprarme. La novela se llamaba "Bajo el volcán" y trataba de un acohólico que iba llegando a su fin. La razón por la que la compré fue que yo siempre creí que alguna vez iba a escribir la historia de un alcohólico y necesitaba ver cómo lo habían hecho otros escritores. El libro estaba muy bien y me hacía feliz que no fuera en nada parecido a lo que yo planeaba para el mío. El mío lo quería un poco como aquella película Leaving Las Vegas, pero sin la historia de amor. Y bueno, en esas estaba cuando sonó mi teléfono que lo tenía justo al lado. No esperaba que ella volviese a llamar alguna vez. Lo lógico desde la última vez, hacía dos días, hubiera sido encontrármela diez años después en un supermercado mientras yo compraba cerveza y ella escogía tomates. Pero allí estaba, llamándome desde quien sabe dónde. Dejé que timbrara algunas veces hasta que paró de hacerlo, pero instantáneamente volvió a timbrar, de modo que constesté.

Estaba en casa de N, su hermano, mi mejor amigo. Me dijo - el carro ya va a venir a recogernos en un momento para irnos -. En serio no tenía idea para que me había llamado. Le pregunté - ¿Cuánto demora ese viaje? -. Yo sabía que el viaje demoraba tres horas, lo había hecho hacía diez años con mi mamá y mi hermana. Habíamos visto a los lobos marinos nadando y tomando sol en sus rocas y recordaba bien que era un viaje corto; sin embargo, eso fue lo primero que se me ocurrió preguntar. No sabía qué decirle. - Te llamaré cuando llegue - dijo y luego se quedó callada. Al rato preguntó - Oye ¿qué vas a hacer en año nuevo?.

Hubiese querido llamarla hija de puta o pequeña zorra o cualquier cosa pero me sentía bien y no me nacía. Le dije - voy a pasarlo en casa, viendo películas, luego compraré una botella de vino y saldré a caminar a las calles y probablemente me emborrache -.

No entiendo por qué tienes que pasar el año nuevo solo - me dijo. En serio no entendía cómo tenía cara para decirme aquello. - Podrías ir a una fiesta o algo -. Yo me había puesto de pie y estaba apoyado en mi ventana mirando un pajarito azul que daba pequeños saltos sobre el cable de luz a un par de metros de distancia. Le dije - He estado en las mejores fiestas del mundo. Eso nunca me ha ayudado. - Si - dijo ella - pero de todas formas -. - De todas formas ¿qué? - le pregunté. - No sé, es que es tan... - quería decir que era triste, pero no se atrevió. El pajarito se pasó del cable a la ponsiana de la casa de al lado. Nos quedamos callados. Era incómodo porque yo sabía que la llamada le estaba costando una fortuna y ella apenas tenía dicinueve años y con esa edad las chicas apenas tienen para mandar mensajes de texto. No era como si hubiésemos estado hablando en mi sala y nos hubiéramos quedado callados de modo que tuve que decir algo. - Oye ¿cuándo vuelves? - le pregunté. - El dos - dijo, e instantaneamente. - No quiero que pases el año nuevo solo - dijo. Le dije - No entiendo qué ganas con que yo vaya a una fiesta -.

El pajarito se había metido entre las ramas del árbol y ya no se podía distinguir más que una mancha que se daba saltos y cantaba como un pequeño pollo. Era divertido y eso me distraía de todas las salvajadas que quería decirle. - Voy a estar bien, no te preocupes - le dije.

Lamento no haberte llamado el martes - dijo - lo que sucede es que... - No importa, ya déjalo - dije mientras trataba de ubicar al pajaro. Parecía haberse ido. No lo podía encontrar en ninguna de las ramas. No parecía un pájaro capaz de volar. Era redondo. Casi una bola con un pico y dos patas. No tenía idea como una cosa así podía volar. - ¿Me estas oyendo? - preguntó ella -. Claro - dije - claro que te estoy oyendo -. - Lo lamento - dijo de nuevo. Yo trataba de no concentrarme en la llamada y seguir en el árbol. La hubiera llamado de mil formas si me ponía a oírla de verdad.

- Te llamaré cuando vuelva - dijo finalmente. - Está bien - dije - aquí estaré.

Una vez que colgué, lancé mi teléfono a la cama y me quedé apoyado en la ventana. Era un poco antes de las seis de la tarde. Entonces escuché el silbido del pájarito desde alguna parte del árbol. - Estás allí - pequeño bastardo - dije sonriendo. Me puse a buscarlo minuciosamente. Lo seguí rama por rama durante un par de minutos. Iba tratando de bloquear en mi mente los lugares donde no lo había encontrado hasta que por fin lo vi casi en la cima del árbol. Tenía la forma de una pera y hubiese podido ser confundido con una si no fuera de un azul tan intenso. El pico era blanco y pequeño y lo abría de cuando en cuando para silbar. No era un silbido estridente sino un ruido muy bajito y alegre y al oírlo uno se sentía como cuando descubres a un niño hablando con sus juguetes. Era el pajarito más bonito que yo había visto alguna vez.

Entonces voltée la cabeza hacia el interior de mi cuarto. Miraba sobre mi escritorio, entre mis libros y lapiceros. Me era difícil reconocer las cosas con los ojos húmedos. Tanteaba con las manos hasta que finalmente encontré algo. No recuerdo lo que era pero pesaba y lo lancé con todas mis fuerzas hacia el árbol.

Luego me tiré en la cama. Barrí con mi brazo los lados, dejando caer el libro y el teléfono al suelo. Abracé la almohada. Y mientras rogaba haber errado mi tiro, lloré contraído sobre mi adbomen, llamándola - hija de puta - una y otra vez.



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