domingo, 14 de enero de 2007

Primera carta de Lucía

Miami, 06 de enero

Hola Ricardo!

Ya sé que parece pronto para escribir, pero mira no puedes imaginarte los días que estoy pasando en esta ciudad de mierda. El trabajo va bien, me refiero a que estos lugares son lo mismo aquí, en Lima o en Dublín. Hay que freír papas y pollo y ponerlo todo en unas cajas que al principio parecen difíciles de armar pero que luego no son problema. Lo terrible, en realidad, son los fines de semana. Todo queda demasiado lejos y no conozco a nadie. Y a veces me gustaría creer que te estás pasando los sábados igual allá en Lima, que te da flojera salir o que te quedaste sin medias, pero sé que no es así. En Lima siempre hay algo para hacer. ¿O es que lo recuerdo así?. Tienes que escribirme pronto y contarme como están todos por allá. Pucha, vivir aquí es como estar caminando en un aeropuerto pero sabiendo que ningún avión trae a alguien que conozcas. ¿Sabes? Siempre te imagino sentado con tu aparato mp3, con las piernas recogidas. Yo paso los fines de semana preguntándome cuántas veces más podré oír mis discos favoritos antes de que terminen pareciéndome sopa enlatada, chocolates viejos. Me pasa incluso con canciones de The Pretenders, y otras que antes podía oír veinte o cuarenta veces seguidas. Mis tíos quieren que oiga sus viejas historias sobre mis padres o que los ayude a hacer la ensalada mientras leo un libro, pero para mi ya todo es como estar mirando cinco canales a la vez. Cada persona es una historia diferente, cada objeto en una vitrina, el maldito shitzu de Gina que va a la peluquería más veces de las que yo he ido en toda mi vida. Y me es imposible mirarlo todo a la vez Ricardo, entonces me voy al baño y me enjuago la cara y quisiera quedarme allí oyendo como se llena el tanque de los inodoros. Sonidos pequeños, sonidos que puedo manejar sin volvereme loca. Hay una chica en el trabajo que se está acostando con uno de los jefes. Se encierran en el desván y lo hacen. Es terrible tener que oírlo mientras cocinas. De eso se trata el asunto Ricardo. Uno no puede manejar tantas cosas a la vez. Hasta las cosas buenas, resultan complicadas. El otro día vino una señora muy bonita. Una de esas mamás que todavía sonríen. Me gustaría llegar a ser una de ellas, para que así tú nunca tengas que llamarme vieja cojuda o cosas por el estilo. Bueno, la cosa es que yo estaba en la caja y ella pidió seis órdenes de pollo, nuggets, twisters, ocho porciones de papa, puré, arroz y muchas cocacolas. Lo tuvimos listo todo tan pronto que ella se puso muy contenta. Cuando pagó con cincuenta dólares su cuenta que sólo ascendía a veintinueve me dijo que podía quedarme con el vuelto. Hice mil planes para esos veinte dólares Ricardo. Pero el hecho es que ya han pasado varias semanas y aún tengo el billete conmigo. Es como vivir en una ciudad fantasma. El dinero no te sirve y si te sirve no te dura lo suficiente. No puedo salir en el auto con el tanque tan vacío y arriesgarme a quedar varada en la autopista. Ningún auto se va a detener a ayudarme. Necesito que me escribas pronto y me hables como si estuviéramos juntos en la cama después de hacer el amor. Cuéntame un chiste. Dime que vas a cocinar hoy. Siento que soy la única persona en esta ciudad. Soy como la chica de esa película horrible que vimos donde ella se despierta en el hospital y se da cuenta que toda la ciudad está llena de muertos vivientes. No sé cuanto más voy a resistir aquí. Escribe pronto si?


Lucía