viernes, 8 de abril de 2011

En mi edificio vive una aeromoza.

A veces cuando llego a casa de noche, encuentro una combi de su aerolínea estacionada en la puerta del edificio. Cuando eso pasa, sé que al subir las escaleras hacia mi departamento, me la encontraré bajando, lindísima con su traje azul impecable y oliendo ya a nubes y abróchese el cinturón que vamos a despegar. Atrás de ella, siempre viene su esposo que se parece un poco a Vicentico y que baja en pijamas y todo soñoliento. Viene cargando las maletas. Ambos me sonrien. Ella con una sonrisa grande de aeromoza y él con una sonrisa que es más una resignación y barba de dos días.

Este ritual con el que me topo aproximadamente una vez por semana, deja un extraño confort en mi. Imaginarla a ella en el avión y a él en la cama vacía, la casa vacía. Ella sobrevolando el Pacífico. Él, hurgando la refrigeradora. Y extrañándose.

Hay otros días en que ella está libre y los veo de día saliendo juntos en su camioneta, o volviendo con bolsas del supermercado. Ella ya no lleva su traje de aeromoza pero sonríe igual. Él se ha afeitado la barba.

En mi edificio vive mucha gente loca
Mucha, mucha gente loca
Pero la aeromoza y su esposo Vicentico parecen buenos chicos
Y me caen muy bien.